El cierre de campaña de Fuerza San Juan parece más un intento desesperado por mostrar fuerza que una verdadera convocatoria política. Después del discreto acto del Día de la Lealtad, donde el peronismo sanjuanino apenas logró reunir a su estructura más fiel, Sergio Uñac y sus candidatos —Cristian Andino, Romina Rosas y Fabián Gramajo— vuelven al histórico local del PJ para repetir la foto. Buscan llenar el salón, aunque sea con los mismos de siempre.
La escena es el reflejo de un peronismo que perdió el pulso de la calle. Sin propuestas nuevas ni discurso convincente, el cierre se apoya en una liturgia vacía: banderas, bombos y frases recicladas, mientras los sanjuaninos esperan respuestas a problemas reales. Lo que antes fue una maquinaria electoral poderosa, hoy se parece más a un acto por obligación que a una demostración de convicción.
Uñac apuesta todo a la puesta en escena. Sabe que el entusiasmo se fue junto con el poder, y que sus candidatos no logran conectar con la gente. Andino intenta sostener su candidatura a fuerza de exposición personal, Rosas carga con una gestión cuestionada en Caucete, y Gramajo se muestra sin rumbo claro tras años de desgaste político.
En vez de hablar de futuro, el cierre de Fuerza San Juan revive un pasado que ya no entusiasma. Un peronismo que alguna vez supo representar al pueblo, hoy se limita a llenar un local partidario para simular respaldo. Pero los tiempos cambiaron: la gente ya no se mide por la foto, sino por la credibilidad.
El problema no es la cantidad de militantes en el acto, sino la falta de ideas afuera de él. Uñac insiste en mostrar fuerza, cuando lo que más necesita es mostrar rumbo.
Y esa diferencia, en política, es la que marca quién termina el acto… y quién termina la historia.
