En el tramo final de la campaña, Cristian Andino eligió mostrarse más como un influencer que como un candidato. En lugar de explicar qué piensa hacer si llega al Congreso, sube videos haciendo pesas, posando en gimnasios o improvisando coplas en boliches. Todo parece indicar que su estrategia es llamar la atención antes que convencer con ideas.
Mientras la provincia enfrenta desafíos serios —inflación, desempleo, falta de inversiones y crisis educativa—, Andino parece moverse en un universo paralelo, donde lo importante es la estética del show y no el contenido de las propuestas. Ni una palabra sobre leyes, ni una idea concreta sobre cómo defender los intereses de San Juan en Buenos Aires.
El cierre de campaña de Andino refleja una política vacía de contenido, donde la forma importa más que el fondo. La suya es una candidatura basada en la exposición personal, no en la representación real de los sanjuaninos. Y esa diferencia no es menor: mientras otros hablan de producción, educación o federalismo, él sigue repitiendo el mismo libreto de siempre, sin decir cómo ni con qué piensa cumplirlo.
Lo que debería ser un espacio de debate y propuestas terminó convertido en un espectáculo de autocelebración. Andino parece convencido de que ser candidato es actuar, no trabajar. Pero los sanjuaninos no necesitan un showman en el Congreso: necesitan representantes que gestionen, defiendan los recursos de la provincia y entiendan la responsabilidad del cargo que buscan ocupar.
En política, los aplausos duran segundos, pero las decisiones se sienten por años. Y cuando el ruido del show se apaga, queda claro quién tiene algo para decir y quién solo vino a levantar pesas frente a cámara.