El escrutinio definitivo confirmó que Fuerza San Juan ganó en Caucete por apenas 64 votos. Una diferencia mínima, en un departamento donde la intendenta Romina Rosas había planteado que la elección sería un “plebiscito” sobre su gestión. Si ese fue el parámetro, el resultado habla por sí solo: una gestión agotada, sin respaldo real y sostenida solo por el aparato político.
Pese a eso, el exgobernador Sergio Uñac salió en redes sociales a celebrar el resultado como si se tratara de un triunfo histórico. Felicitó a Rosas y al peronismo caucetero, intentando transformar una victoria mínima en un símbolo de fortaleza. Pero los números muestran otra cosa: dos gestiones al frente del municipio y apenas 64 votos de diferencia con la oposición.
El festejo no disimula el desgaste. En Caucete, los vecinos viven cada día los efectos de una administración marcada por las deudas, los conflictos internos y la falta de obras estructurales. El voto dividido refleja ese desencanto: ya no hay una mayoría sólida, sino una comunidad que pide renovación y resultados.
Uñac intenta leer el resultado como una muestra de recuperación del peronismo, pero el dato duro es otro: una intendenta con aparato, estructura y recursos, que apenas logró sostenerse en pie. Lo que antes era bastión, hoy es terreno parejo.
Celebrar una diferencia tan mínima solo confirma el estado de ánimo de un espacio que perdió el poder y no encuentra rumbo. Caucete, que alguna vez fue símbolo del peronismo fuerte, hoy expone su desgaste más evidente: la falta de gestión y la desconexión con la gente.
Cuando un partido necesita inflar una victoria de 64 votos para simular fortaleza, lo que realmente demuestra es debilidad.
