El cierre de campaña en San Juan dejó en claro que hay dos maneras muy distintas de entender la política. De un lado, el frente Por San Juan, con un acto multitudinario en el estadio de Trinidad que reunió a más de 5.000 personas, marcó el pulso de una gestión con presencia territorial, entusiasmo y propuesta. Del otro, Fuerza San Juan, el espacio de Sergio Uñac, volvió a su lugar habitual: la sede del PJ, con un escenario en la calle 25 de Mayo, cortes de tránsito y el viejo ritual partidario de siempre.
Mientras el oficialismo provincial encabezado por Marcelo Orrego, Fabián Martín y Laura Palma apostó a un cierre abierto, popular y sin interrupciones al ciudadano, el uñaquismo volvió a hacer lo que sabe: mostrar poder cerrando calles y repitiendo la misma liturgia vacía, con los mismos dirigentes y las mismas frases de hace años.
En Trinidad se vio un mensaje político claro: gestión, unidad y futuro. En 25 de Mayo, en cambio, se repitió la postal del peronismo encerrado en su propia nostalgia, intentando demostrar fuerza a base de parlantes y banderas. No hubo propuestas, ni renovación, ni autocrítica.
Lo de Fuerza San Juan fue un acto más pensado para las cámaras que para la gente. Un cierre que afectó a quienes solo querían circular libremente por la ciudad y que terminó reflejando una contradicción: hablan de estar cerca del pueblo, pero le complican la vida para montar una foto partidaria.
Mientras el espacio de Orrego y Martín crece desde la gestión, mostrando obras, resultados y equipo, el de Uñac sigue atrapado en la forma más vieja de hacer política: la del ruido, la calle cortada y la ausencia de ideas.En la recta final, Por San Juan cerró con gente y propuestas; Fuerza San Juan, con bocinas y nostalgia.
Y esa diferencia dice mucho más que cualquier discurso.
