Otra vez la misma receta.
Posteo dramático, palabras graves, acusados con nombre y apellido… y después, desmentida.
Fabián Gramajo escribió en redes que lo “amenazaron” y “corrieron” en Chimbas. Dijo que no lo dejaron entrar a una Unión Vecinal. Habló de “patoterismo” y “violencia”.
Sonó fuerte. Esa era la idea.
Pero casi en paralelo llegó la versión opuesta de uno de los señalados y de quienes estaban ahí: que lo saludaron, que una docente le dijo que no podía ingresar, que jamás hubo empujones ni agresión. Que todo fue un berrinche para la cámara. Y que —detalle nada menor— Gramajo llevaba micrófono, como si ya estuviera listo para el show.
La escena huele a libreto.
Primero, el post lacrimógeno.
Después, el coro de “solidaridades”.
Al final, los hechos que no cierran.
Victimización profesional. De manual.
Una táctica conocida: fingir que te agreden para sumar likes, compasión y minutos de aire. Convertir cualquier cruce en “violencia” para capitalizar empatía barata. Si alguien te contradice, lo acusás de encubridor. Si aparecen testigos, decís que están “operados”. Así, la verdad nunca importa: importa el trending.
No es serio invocar “democracia” y “paz social” mientras se usa la palabra “violencia” como maquillaje electoral. Porque cuando la política banaliza ese término, le falta el respeto a quienes sí la sufren de verdad.
Si hubo delito, que presente pruebas y haga la denuncia como corresponde. Con nombres, con actas, con videos íntegros, no con recortes oportunistas. Y si no las hay, que deje de fabricar escenas para alimentar la narrativa del perseguido.San Juan no necesita más lloriqueo de cámara.
Necesita dirigentes adultos, que entren por la puerta grande de la verdad, no por el backstage del like fácil