Mientras en Buenos Aires se habla de rupturas, traiciones y fracasos, en San Juan el escenario político transita otro rumbo. El gobernador Orrego mantiene una imagen positiva sólida, construida sobre gestión, cercanía y una idea clara de hacia dónde va la provincia. A diferencia de lo que ocurre en la capital del país, en San Juan no gobiernan los egos ni las internas permanentes. Aquí, los resultados hablan por sí solos.
La autocrítica de Enzo Cornejo no es un gesto menor. Reconocer que las peleas dentro de los frentes políticos terminan favoreciendo al kirchnerismo es entender por qué todavía subsisten figuras que representan un modelo agotado. Pero también es un mensaje claro a quienes siguen jugando a dividir en lugar de construir. En San Juan, el peronismo todavía no toma nota: persisten los pases de factura, los armados por conveniencia y la ausencia de un liderazgo genuino que unifique.
Mientras tanto, la gestión de Orrego avanza. Sin estridencias, sin shows mediáticos, sin discursos grandilocuentes. Con hechos. Con diálogo con todos los sectores, con apertura a la inversión privada, con apoyo al desarrollo local. Y sobre todo, con estabilidad institucional y política. La misma estabilidad que hoy se extraña en muchas otras provincias donde los proyectos personales terminan devorando cualquier intento de frente común.
El camino para ganarle al kirchnerismo no pasa por Twitter ni por declaraciones incendiarias: pasa por la unidad con sentido, por gestiones que funcionen, por liderazgos con rumbo. Eso es lo que viene mostrando San Juan. Y eso es, también, lo que explica por qué los remezones de la política nacional no logran sacudir la solidez que hoy tiene la provincia.
Porque cuando hay conducción y un proyecto claro, los egos se callan. Y los resultados, simplemente, llegan.