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Published on: Editorial

Las razones por las que la educación emocional debe ser una prioridad en las escuelas

En un contexto donde las aulas reflejan cada vez más las tensiones sociales y los problemas de salud mental se convierten en una preocupación creciente entre estudiantes y docentes, el Ministerio de Educación propuso una respuesta concreta: un proyecto de ley para incorporar la Educación Emocional como materia obligatoria en las escuelas.

Esta iniciativa, considerada de imperiosa necesidad, tenía como objetivos combatir el bullying, prevenir situaciones de violencia en las instituciones educativas y, al mismo tiempo, reducir el impacto de los ambientes hostiles en la salud mental de los docentes, evidenciado en el incremento de licencias psiquiátricas. Sin embargo, el proyecto naufragó este año en la Legislatura, postergado por un debate político que privilegió las excusas y los intereses sectoriales por encima de la urgencia educativa.

Aunque la propuesta del Ministerio contaba con fundamentos sólidos y amplio respaldo, su recepción inicial fue fría. Algunos legisladores, lejos de analizar su contenido, optaron por derivar el debate hacia los gremios y las comunidades docentes, en un intento de evitar enfrentamientos. A pesar de esta resistencia inicial, el Ministerio no se dio por vencido y llevó adelante una consulta a una muestra representativa de 6.000 docentes. El resultado fue contundente: solo 138 se opusieron a la implementación de la Educación Emocional como materia obligatoria.

Respaldados por este consenso, las autoridades insistieron en el recinto legislativo, reforzando la propuesta con la participación de especialistas y una discusión integral en comisiones. Sin embargo, los argumentos en contra no se hicieron esperar: la falta de capacitación docente y el temor a recargar a los maestros con nuevas responsabilidades se posicionaron como las principales trabas.

La secretaria de Educación, Mariela Lueje, respondió a estas críticas de manera contundente: “Quienes se han opuesto preguntaron si esto no representa un trabajo extra para profesores y maestros. Y esto tiene que ver con una cuestión de formación profesional permanente que debe brindarse desde el gobierno, y que también está basada en la ética profesional de capacitarse siempre”.

Mitos, confusiones y la experiencia de la ESI

Otro factor que complicó el avance del proyecto fue el desconocimiento sobre cómo la provincia está trabajando actualmente en la Educación Sexual Integral (ESI). La experiencia previa con la ESI, que generó controversias iniciales pero logró consolidarse como ley de aplicación obligatoria, demostró que este tipo de políticas puede adaptarse con éxito a la realidad de cada institución educativa.

No obstante, las resistencias permanecen. Esta semana, los gremios docentes solicitaron la suspensión del tratamiento del proyecto en la Legislatura, citando preocupaciones sobre la sobrecarga laboral y la falta de claridad en su implementación. Esta postura, si bien comprensible, refleja la necesidad de que las autoridades fortalezcan el diálogo y expliquen mejor cómo la Educación Emocional no busca complicar la tarea docente, sino ofrecer herramientas para enriquecer su trabajo y mejorar el clima en las aulas.

Una apuesta necesaria para el futuro

El desarrollo socioemocional no es un accesorio en la formación integral de los estudiantes; es su base. Habilidades como la regulación emocional, la empatía, la resolución de conflictos y la cooperación no solo mejoran el bienestar de los alumnos, sino que tienen un impacto directo en su rendimiento académico y en su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida.

Investigaciones a nivel global han demostrado que las escuelas que integran programas de aprendizaje socioemocional ven una disminución en los índices de violencia y bullying, una mejora en la convivencia escolar y un aumento significativo en el rendimiento académico.

Ignorar estas evidencias es dar la espalda a una oportunidad única para transformar nuestras aulas en espacios más seguros, inclusivos y enriquecedores, tanto para estudiantes como para docentes. En un momento donde los índices de acoso escolar preocupan y las aulas reflejan las tensiones del entorno social, la Educación Emocional no es un lujo ni un capricho: es una necesidad impostergable.

La oportunidad perdida y el desafío por delante

La falta de voluntad política de algunos diputados para avanzar con este proyecto deja en evidencia que las prioridades no siempre están alineadas con las necesidades reales de nuestras escuelas. Sin embargo, este no debe ser el fin del camino. El Ministerio de Educación ha demostrado su compromiso y capacidad de trabajo, y es fundamental que continúe apostando por este proyecto, ajustándose a las preocupaciones planteadas y reforzando el diálogo con todos los actores educativos.

El futuro de nuestros estudiantes y el bienestar de nuestros docentes están en juego. Es momento de que las autoridades y la sociedad en su conjunto comprendan que educar las emociones no es solo una herramienta para combatir el bullying o prevenir licencias psiquiátricas; es una inversión en una ciudadanía más empática, resiliente y preparada para construir un futuro mejor.