En el peronismo sanjuanino ya no hay misterio: si no hay acuerdo, decide la Mesa Ejecutiva… y la Mesa Ejecutiva la domina Sergio Uñac. Traducido: la lapicera está en una sola mano, y el nombre que esa mano viene escribiendo desde hace meses es el de Cristian Andino.
No es unidad, es verticalismo. No es debate, es orden. Y el orden de Uñac siempre tiene el mismo resultado: Andino arriba, los demás a acomodarse. ¿Por qué? Porque Andino es Uñac. El mismo libreto, el mismo círculo, la misma dependencia política de Buenos Aires, el mismo reflejo kirchnerista.
Andino no es una sorpresa ni una renovación. Es la continuidad del uñaquismo con peinado nuevo: funcionario con Gioja, intendente bendecido por Uñac, hoy asesor suyo en el Senado. Y, cuando hace falta, vocero de los viejos argumentos K para victimizarse ante la Justicia y blindar a Cristina. Cambian los escenarios —un acto, un set de TV, un sorteo en redes—, pero no cambia el fondo: es kirchnerismo, es Uñac, es más de lo mismo.
Mientras venden “amplitud” y “federalismo”, la estrategia real es cerrar la boleta en un consultorio chico: decidir puertas adentro, sin internas reales, con línea directa al Instituto Patria cuando conviene y silencio cuando no. El resultado es un peronismo que habla de San Juan, pero ordena su política mirando a Cristina y a su núcleo duro. Y si hace falta un gesto, ahí está Andino para hacerlo.
La supuesta “salida institucional” de que resuelva la Mesa no es otra cosa que un seguro de vida para el jefe: si alguien se rebela, la mayoría automática lo disciplina; si hay ruido, el reglamento tapa el ruido; si aparece un dirigente con vuelo propio, lo aterrizan recordándole quién arma las listas. Unidad no es unanimidad forzada. Y liderazgo no es apretar el botón de “aceptar” en una mesa que ya llega digitada.
Con Andino como cara, el PJ ofrece continuidad del esquema que la sociedad ya castigó: obediencia al jefe, kirchnerismo sin autocrítica y una campaña que evita hablar del costo de haber defendido a condenados y de haber relativizado la transparencia. Pueden cambiar el nombre del frente, pueden turnarse en el escenario, pueden repartir sonrisas y eslóganes; lo que no pueden maquillar es el proyecto: Uñac conduce, Andino ejecuta, Cristina inspira.
San Juan no necesita un candidato que deba pedir permiso para opinar ni que espere instrucciones para moverse. Necesita representantes que respondan primero a la provincia, no a la rosca partidaria ni al calendario judicial de Buenos Aires. Y eso no se consigue con una Mesa que “ordena” lo que la gente ya desordenó en las urnas.
Si el PJ insiste con el libreto de siempre, el final también será el de siempre: una lista cerrada para adentro, cerrada para la sociedad, y cada vez más lejos de lo que los sanjuaninos están exigiendo hace rato: menos obediencia a los jefes y más compromiso con la provincia. Con Uñac decidiendo y Andino obedeciendo, ya sabemos de qué va la película. Y no es la que San Juan quiere volver a ver.